La semana pasada, el presidente del Banco Mundial David Malpass, se reunió con el presidente Pedro Castillo y ofreció al Perú su ayuda técnica para reformar su código tributario, mejorar el acceso y la calidad de los servicios públicos y fortalecer la preparación para crisis. Ante tal ofrecimiento, el ministro Francke se ha limitado a manifestar que ello sería útil “…para lograr un buen sistema que nos ubique en el rango de los niveles de tributación a nivel mundial…”, reafirmando que la intención del gobierno es básicamente subir los impuestos o crear otros.
Pero la propuesta del Banco Mundial es mucho más amplia y coherente: Malpass entiende que reformar el sistema tributario va de la mano con servicios públicos más eficientes, que lleguen a todos los peruanos. Y ese ya no es un asunto de solo recaudar más, sino de gastar de manera sensata, eficiente. Lamentablemente, hoy el Estado peruano destina 70% del presupuesto en gasto corriente y solamente 19% en inversión pública, lo que demuestra qué tan lejos estamos.
En el interín, el gobierno nos vende la narrativa de la renegociación del contrato del gas de Camisea – bajo amenaza de “nacionalización”- como si allí estuviera la raíz de todas las injusticias y la solución a las desigualdades en el país. Pero la mayor injusticia es la que proviene de un Estado al que no le preocupa aprender a gastar mejor nuestro dinero, pues cuenta con nuestra indiferencia, con nuestra falta de vigilancia, con nuestra absoluta inercia.
Por eso, hablar de la reforma tributaria es algo que nos debería interesar a todos, no solo a los empresarios o a los gremios representativos de actividades económicas.
La pregunta es: ¿Por qué no sentimos que esta también es nuestra lucha? ¿Será que pensamos que no es nuestro dinero o, peor aún, que es dinero del Estado? ¿O tal vez no sabemos que tenemos el poder para exigir resultados?
Es extraño que nos enfurezca que alguien nos asalte y se lleve el fruto de nuestro trabajo, pero no parece molestarnos que ese 18% de IGV que el Estado se lleva de nuestro dinero todos los días por cada compra que hacemos, sea metido a las arcas públicas y destinado a obras que serán mal ejecutadas o quedarán inconclusas, o irán a parar a la burocracia estatal ineficiente a la que poco le interesa que tengamos buenas pistas y veredas, seguridad ciudadana, acceso a un buen servicio de salud pública, educación de calidad, etc. La lista es demasiado larga.
Y no es que nos falten recursos. Solo en el mes de agosto, la recaudación del IGV llegó a 7,026 millones de soles, más de la mitad de los ingresos tributarios del mes. Pero casi nadie se entera o le preocupa qué se ha hecho con ese dinero. En paralelo, el aparato estatal ha gastado en agosto la friolera de 17,229 millones de soles, de los cuales S/5,314 millones se han ido en pago de trabajadores del Estado y apenas 3,194 millones en inversión pública. El mundo al revés.
Entonces, peruano de a pie, compatriota, entendamos que esta también es nuestra lucha, porque al final TODOS pagamos impuestos, aunque no lo parezca. ¿No lo viste así? Pues comienza ahora. Porque no estamos para perder el tiempo. Cada peruano es un contribuyente y deber ser un vigilante. Y si el gobierno quiere meterse en la danza de cobrar más impuestos, tú métete en el baile de fiscalizar al Estado, para que te diga cómo piensa gastar cada uno de esos miles de millones de soles, que son de todos nosotros.
(*) Abogada. Mg. en Gestión Pública. Directora de Asociación de Contribuyentes del Perú